Cada edad impone sus propias necesidades nutricionales. No son iguales las necesidades nutricionales de una niña que las que, por ejemplo, tiene una joven de veinte años y tampoco son las mismas las de una mujer en su edad adulta que las de una mujer que ha entrado ya en eso que llamamos tercera edad.

Somos conscientes que el concepto de tercera edad o de vejez es un concepto relativamente impreciso. ¿A quién podemos considerar vieja? ¿A una de esas abuelas que día a día bregan con sus nietos para darles de comer y llevarles o recogerlos del colegio porque los padres no pueden conciliar sus obligaciones laborales con sus tareas familiares? ¿Podemos llamar viejas a esas mujeres que, cargadas de ilusión, hacen cola frente a la agencia de viajes del barrio para poder ser las primeras en elegir un destino satisfactorio en su viaje anual del Imserso?

Más allá de las diferencias obviamente existentes entre una mujer española de sesenta y cinco años del año 2017 y una mujer de sesenta y cinco años del año 1970, lo cierto es que, una vez cumplidos los sesenta, el organismo experimenta una serie de cambios que exigen el mantenimiento de una dieta algo distinta.

Si hay dos axiomas alimenticios que deben cumplirse a rajatabla cuando de dieta y salud se habla son los siguientes:

  • Uno: nuestros hábitos alimenticios condicionan nuestra salud en cualquier etapa de la vida.
  • Dos: la dieta de una persona debe adaptarse a su situación y a sus características personales.

Entre esos factores personales que determinan la dieta correcta figura, sin duda, la edad.

La llegada a la vejez acarrea una serie de problemas que deben tenerse siempre en cuenta cuando se diseña una dieta para la tercera edad. Dichos problemas pueden ser de salud o de carácter socio-psicológico. La persona mayor puede, por ejemplo, sentirse sola. O puede padecer problemas de visión. O puede padecer colesterol, hipertensión, etc. O puede ser víctima de otro tipo de enfermedades. O puede estar polimedicada.

Estos problemas, u otros relacionados con la tercera edad, pueden hacer que una persona mayor adquiera malos hábitos alimentarios. Por ejemplo: pueden abusar de la bollería o las conservas. O pueden seguir dietas monótonas que no aporten los nutrientes necesarios y que no inciten a comer.

Algo que hay que tener en cuenta al diseñar una dieta para una persona mayor es el hecho de que el metabolismo de las personas se ralentiza al llegar a una determinada edad. ¿Eso en qué influye en la dieta? En que ésta debe aportar, para ser una dieta sana, entre un 10 y un 20% menos de calorías. Por otro lado, el hecho de que se reduzca la actividad física es uno de los factores que también exigirían la reducción del aporte calórico de una buena dieta para la tercera edad.

Consejos para diseñar una dieta para una mujer de la tercera edad

Atendiendo a los factores anteriormente señalados es necesario tener en cuenta los siguientes consejos a la hora de elaborar una dieta para la tercera edad:

  • Una persona de la tercera edad deber planificar la compra semanalmente, diseñar el menú de la semana y esforzarse y cocinar. ¿Por qué? Porque el cocinar es una actividad muy beneficiosa, por ejemplo, para todo lo relativo al entrenamiento de la atención, algo muy importante cuando se alcanzan según qué edades.
  • Una buena dieta para la vejez exige realizar cuatro comidas al día (desayuno, comida, merienda y cena). En ellas es importante incluir distintos tipos de cereales. El aporte de fibra de los mismos servirá para reducir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, de diabetes tipo 2 y para mejorar el tránsito intestinal.
  • Las verduras, las legumbres, el pescado y las hortalizas deben desempeñar un papel esencial en una dieta para la tercera edad.
  • Una dieta para una mujer de la tercera edad debe incluir una dosis de proteínas algo mayor que la que posee una dieta para una mujer adulta. Por eso es importante incluir en la dieta alimentos que posean un alto índice proteico. Entre estos alimentos figuran, claro está, las carnes. Éstas, sin embargo, deben ser preferentemente carnes blancas. La carne de pavo, pollo o conejo desempeñan en estas dietas un papel fundamental.
  • Una dieta para la tercera edad debe incluir también alimentos ricos en vitamina D, ya que las personas de la tercera edad son, habitualmente, deficitarias en vitamina D. Huevos, pescado azul y lácteos servirán para aportar esa vitamina D que toda dieta para una mujer mayor debería incluir.
  • Deben reducirse las dosis de azúcar. El envejecimiento trae consigo una menor tolerancia a la glucosa.
  • Se debe prescindir en la medida de los posible de los fritos y, en caso de consumirlos, éstos deben ser hechos con aceite de oliva.
  • Los embutidos, al igual que la casquería y la bollería industrial, deben ser consumidos sólo de manera excepcional.
  • Se debe sustituir la sal por otros condimentos como el romero, el tomillo o el laurel. Ésa es una buena forma de luchar contra la hipertensión gracias a una buena dieta para la tercera edad.
  • Beber al menos dos litros de agua al día. También deben tomarse infusiones, zumos, leche, etc.
  • La leche, al igual que los lácteos (quesos, yogurts, etc.), son buenos alimentos para ser incluidos en una dieta para mujeres de la tercera edad. Los lácteos servirán para aportar el calcio necesario para luchar contra la osteoporosis. El calcio también puede ser aportado por el pescado azul, los frutos secos y las legumbres.
  • No abusar del café ni del alcohol.

Un último consejo a tener en cuenta si se desea mantener una buena dieta para una mujer de la tercera edad es que las comidas que formen parte de la misma deben ser comidas ligeras.