Si tuviéramos que describir la agilidad de la manera más simple posible diríamos que se trata de la capacidad de cambiar el sentido del movimiento del cuerpo incluyendo, al mismo tiempo, elementos de aceleración y desaceleración. También podríamos hablar de la agilidad como de la capacidad de reaccionar con rapidez y con movimientos adecuados ante situaciones cambiantes. En los más altos niveles de rendimiento deportivo, la agilidad es una manifestación de la fortaleza de los lazos existentes entre la mente y el cuerpo. Si esa fortaleza es grande, el cuerpo se mueve de manera armónica dentro de los límites de su propio diseño estructural.
Los entrenamientos o los planes formativos orientados a mejorar la agilidad suelen centrarse en actividades destinadas a desarrollar las habilidades motoras para que, incluso cuando se acerque la fatiga, el cuerpo pueda realizar el trabajo neuronal adecuado como para realizar los movimientos correctos. En situaciones de competitividad, las deportistas de élite acostumbran a enfrentarse a momentos en los que tienen la necesidad de ejecutar precisos patrones de movimiento en apenas un par de segundos.
No hay que pensar, sin embargo, que el entrenamiento de la agilidad es algo reservado en exclusiva a las deportistas profesionales. También es un entrenamiento muy útil para todas aquellas mujeres que, de manera amateur o como simples aficionadas, quieran practicar deporte. Si en el tiempo de inactividad de otro tipo de entrenamiento se entrena la agilidad, quien lo haga podrá mejorar su juego en actividades como las artes marciales, el tenis, el baloncesto o el fútbol, por poner algunos ejemplos. El entrenamiento de la agilidad servirá a estas personas, además, para desarrollar una serie de habilidades que tendrán un efecto positivo directo sobre la vida cotidiana.
Hay otro aspecto propio de este tipo de entrenamiento que hay que valorar muy positivamente: al basarse en ejercicios cortos de alta intensidad, este tipo de preparación tiene una incidencia directa y positiva sobre la pérdida de peso y la mejora de la preparación física.
Por otro lado, el entrenamiento de la agilidad puede ser muy variado y, por tanto, mucho más divertido que otros tipos de entrenamientos. Además, al acondicionar el cuerpo a los cambios de dirección y a la variedad de estímulos imprevistos, se disminuye el riesgo de lesiones. Todos estos factores hacen que sea importante agregar este tipo de ejercicios a las rutinas de entrenamiento.
Componentes de la agilidad
La combinación de velocidad, potencia y habilidad dan lugar a la agilidad, que es un componente clave en el desempeño de la mayoría de los deportes. A continuación te detallamos algunos de los componentes que hay que tener en cuenta a la hora de valorar la agilidad general del cuerpo.
- Capacidad de mantener el equilibrio estático y dinámico de extremidades y cuerpo como un todo.
- Capacidad de reacción y respuesta neuromuscular ante un estímulo visual, auditivo o kinestésico.
- Conciencia espacial y grado de control sobre el cuerpo y su relación con el espacio circundante.
- Ritmo de juego y habilidad de movimiento cuando dicho ritmo se incrementa.
- Sensación cinestésica de la conciencia de la tensión en los músculos durante el movimiento que ayuda a ajustar y mejorar la ejecución de un movimiento.
- Capacidad de elegir el movimiento adecuado entre todos los disponibles para dar respuesta, en un momento dado, a un estímulo determinado.
Enfoque de los entrenamientos de agilidad
Los ejercicios multidireccionales que se proponen requieren que estos componentes trabajen de manera armónica y vinculada. Para ello hay un requisito previo que debería cumplirse: el de disponer de un entrenamiento adecuado de fuerza, en particular en las piernas. Ésta es la razón por la cual las deportistas de élite dedican un período de su pretemporada a ejercicios puramente de acondicionamiento.
La mejora de la agilidad es un proceso gradual que comienza con el desarrollo de las habilidades de locomoción. Este desarrollo se inicia en la infancia, cuando se juega a tratar de evitar ser atrapados por los compañeros de juego. Inicialmente, el movimiento es ineficaz y el equilibrio precario. Es la variación de ejercicios y acciones a desarrollar la que, progresivamente, hace que se aprendan e interioricen patrones de movimiento.
Si nunca has intentado entrenar la agilidad, es posible que desees comenzar con ejercicios que, de un modo u otro, recojan los siguientes principios:
- Realizar movimientos con los brazos mientras los pies permanezcan fijos.
- Realizar movimientos con una pierna mientras la otra se mantiene en contacto con el suelo.
- Saltar sobre el mismo punto a ritmos alternos (puede ayudar a ello una recopilación de canciones con ritmos variados en el MP3).
- Realizar ejercicios de equilibrio para permanecer apoyada sobre una sola pierna (hopping).
- Realizar cambios de dirección, a partir de patrones fijos de curvas delimitadas por conos o árboles. Realizar cambios bruscos de dirección que requieran detenerse y variar el patrón de arranque. Esa tarea de detenerse debe realizarse con una rápida desaceleración a pasos cortos en lugar de con una zancada larga para, así, reducir la presión ejercida sobre las rodillas.
- Buscar algún protocolo para medir la agilidad. Entre todos ellos, el de subir 20 peldaños u obstáculos colocando un pie en cada uno es una buena opción para, cada 12 semanas, supervisar el progreso realizado.
En próximos artículos te propondremos algún que otro ejercicio para entrenar la agilidad.