¿Se puede adelgazar sin hacer dieta? Los dietistas dicen que sí. Para ello, afirman, sólo hay que despojarse de una serie de malos hábitos que tenemos a la hora de comer. El principal de ellos, el comer de manera rutinaria y sin prestar atención a lo que estamos comiendo; el comer con estrés, de manera acelerada y mientras se hacen otras cosas. Para adelgazar sin necesidad de hacer dieta, afirman, hay que poner en práctica lo que se llama alimentación consciente o Mindful Eating.
¿Qué es el Mindful Eating o alimentación consciente? Una técnica de alimentación consistente en centrar toda nuestra atención en nuestros hábitos de consumo alimenticio, desde el momento en que se realiza la compra hasta el momento en que los comemos. Para ello, debemos dedicar al acto de comer el tiempo necesario para ello, sin prisas, y disfrutando en todo momento de ese acto.
Gracias a la puesta en práctica de la alimentación consciente conseguiremos evitar problemas de obesidad, de hipertensión, de colesterol, de diabetes y de otra serie de enfermedades derivadas de una alimentación desequilibrada. Al fin y al cabo, lo que persigue la alimentación consciente es, básicamente, ajustar lo que comemos a las necesidades reales de nuestro organismo.
¿Cómo se debe poner en práctica la alimentación consciente? En primer lugar, diferenciando claramente lo que es el hambre fisiológico del hambre psicológico. Cuando comemos debemos ser conscientes (algo que no siempre pasa) de cuándo estamos saciados.
¿Cómo comer de un modo consciente?
Ksenia Ryzkhova, experta en la técnica del Mindful Eating y formada en la Universidad de Massachusetts, acostumbra a explicar en las sesiones y conferencia dedicadas a la alimentación consciente cómo deberíamos comer sirviéndose para ello del ejemplo de una manzana.
Hay muchas maneras de comer una manzana. Podemos hacerlo, por ejemplo, mientras ponemos la lavadora o mientras echamos un vistazo a nuestras redes sociales. Pero ésa no sería una buena manera de comer esa manzana, no sería una manera saludable, no sería un modo acorde con los principios de la alimentación consciente.
Para comer una manzana tal y como mandan los cánones de la alimentación consciente deberíamos seguir los siguientes preceptos:
- Mirar detenidamente la manzana, lo que quiere decir fijarse en la forma de la misma, en su color, en las manchas que salpican su piel, en sus imperfecciones…
- Tocar detenidamente la manzana. O sea: centrar nuestra atención en las sensaciones que, a través de su tacto, deja la manzana en nosotros. ¿Es suave? ¿Es rugosa? ¿Es áspera? En esos detalles son en los que debemos fijarnos al ir a comer una manzana si deseamos practicar la alimentación consciente.
- Oler con atención la manzana. Fijarse en el aroma de la manzana e intentar poner palabras a los recuerdos o emociones que ese aroma puede despertar en uno mismo sería uno de los pasos imprescindibles a seguir para comer esa manzana siguiendo los principios de la alimentación consciente.
- Si la vista, el tacto y el olfato ya han participado en nuestra toma de contacto con la manzana que vamos a comer para, así, seguir los mandamientos de la alimentación consciente, ahora le toca al sentido del oído. Acercar la manzana al oído, acariciarla y presionar con el dedo sobre ella y escuchar el sonido de la misma. Eso ayudará, en el momento de comerla, a aprovechar todos sus nutrientes.
- Finalmente, en la experiencia de comer una manzana siguiendo los principios de la alimentación consciente desempeña un papel capital (como no podría ser de otra manera tratándose de comer) el sentido del gusto. Comer no debe ser devorar. Hay que saborear la comida. Y saborear implica distinguir los matices y combinaciones de los cinco sabores básicos: ácido, amargo, dulce, salado y umami o sabroso. Al saborear la manzana del ejemplo, Ksenia Ryzkhova recomienda, por ejemplo, buscar las diferencias de matices tanto en el sabor como en la textura entre la pulpa de la manzana y su piel.
La recomendación básica de Ksenia Ryzkhova para comer esa manzana siguiendo las pautas de la alimentación consciente es usar, pues, todos nuestros sentidos al hacerlo. Y hacerlo sin prisas, de una manera calmada. El comer la manzana, así, deja de ser un acto mecánico y se convierte en un acto consciente, concepto básico en el concepto de Mindful Eating.
¿Y si lo que tenemos que comer es un menú completo? ¿Cómo debemos practicar la alimentación consciente? En primer lugar, evitando cualquier tipo de elemento de distracción. Si deseamos centrar toda nuestra atención en los alimentos que vamos a comer debemos evitar cualquier tipo de aparato que nos robe dicha atención. La televisión, por ejemplo, sería uno de esos aparatos. O la radio. O el ordenador. O el móvil. Para practicar la alimentación consciente debemos apagar todos esos aparatos, ya que sólo de ese modo podremos centrar nuestra atención en la comida que estamos ingiriendo.
Un segundo consejo para practicar la alimentación consciente consiste en colocar en la mesa única y exclusivamente lo que vamos a comer. Fuentes repletas de comida, bolsas con alimentos, fruteros a rebosar… todo ello juega en contra de la alimentación consciente y nos empuja a comer, de manera inconsciente, más de lo que necesitamos para cubrir nuestras necesidades nutritivas.
De la mesa en la que vamos a comer deben eliminarse todos aquellos elementos que puedan actuar sobre nuestra atención. Si deseamos prestar atención a los alimentos que vamos a ingerir debemos impedir que una vajilla demasiado colorista nos robe parte de esa atención.
Para las personas con un nivel de ansiedad elevado puede resultar difícil empezar, de buenas a primeras, a comer de este modo. A este tipo de personas se le recomienda realizar una serie de ejercicios de respiración antes de empezar a comer. Tomarse unos minutos para realizar esos ejercicios servirá para bajar el nivel de ansiedad y, una vez reducido éste, se podrá comer prestando atención a lo que se come y de una manera calmada, tal y como señalan las normas de la alimentación consciente que debe hacerse. Gracias a ello podremos nutrirnos correctamente sin engordar y, si fuera el caso, podríamos adelgazar sin por ello recurrir a las típicas dietas milagro que suelen provocar, a medio plazo, el tan temido efecto rebote.