Es inevitable asociar la palabra dieta con la palabra escasez. Muchas mujeres tenemos interiorizada la idea de que para adelgazar hay que pasar hambre. Mucha o poca, pero algo de hambre siempre hay que pasar si se quiere perder peso. Después de todo, no se concibe que exista otra manera de adelgazar que no sea la de comer menos.
Los defensores de la dieta inversa, sin embargo, han venido para acabar con esa idea. Sí se puede adelgazar, dicen, comiendo más. Y ésa, la de comer más para adelgazar, es el eje central sobre el que gira la esencia de la dieta inversa.
Los defensores de la dieta inversa aseguran que no siempre es cierto eso de que comer menos y moverse es el mejor camino para perder peso. Para ellos, la fisiología del individuo es algo sobre lo que no se puede generalizar. Cada individuo es un mundo, afirman, y eso vale, también, a la hora de determinar de qué manera metaboliza los alimentos cada cual.
La reducción de calorías, pues, no siempre tiene que ser el camino idóneo para perder peso. Si no se tienen en cuenta factores biológicos, ambientales o de comportamiento, señalan los defensores de la dieta inversa, la dieta restrictiva está condenada al fracaso.
La dieta restrictiva, además, está íntimamente ligada con el temido efecto rebote. La dieta restrictiva hace que nuestro cuerpo ralentice el metabolismo. Cuando se retoma la alimentación habitual, el cuerpo procede a almacenar grasa.
¿Cómo podemos resultar eficientes a la hora de luchar contra el efecto rebote? Introduciendo en nuestra vida, una vez que hemos llegado al peso que deseábamos alcanzar, la rutina de la dieta inversa. La dieta inversa, en cierto modo, podría ser definida como una dieta de transición entre una dieta diseñada para perder peso y una dieta de mantenimiento.
Los nutricionistas que defienden las virtudes de la dieta inversa apuntan a que el retorno directo a una dieta de mantenimiento tras realizar una dieta restrictiva no permitirá que se reactive el metabolismo, lo que implicará que los sacrificios para abstenerse de comer según qué cosas deberán ser más grandes si intentamos evitar el efecto rebote.
El principal objetivo de la dieta inversa es que el cuerpo, poco a poco, y a partir del aumento progresivo de las calorías ingeridas, vaya recuperando su ritmo normal de funcionamiento, su metabolismo normal. Decidir qué elementos deben introducirse en la dieta y en qué cantidades para que su efecto sobre las hormonas y su producción sea el deseado es la base sobre la que se sustenta la llamada dieta inversa.
Ventajas de la dieta inversa
Los defensores de la dieta inversa hablan, entre otras, de las siguientes ventajas para el organismo de la misma:
- Reduce la ganancia de grasa tras una dieta restrictiva.
- Permite consumir más calorías manteniendo el peso corporal.
- Permite controlar el apetito.
- Da tiempo al organismo para que se reajuste su nivel hormonal.
- Aumenta el gasto calórico basal.
Para las mujeres que practican fitness y que, además, persiguen una mayor definición muscular, la dieta inversa resulta de gran ayuda en la medida en que permite una mayor ganancia de masa muscular en relación con la ganancia de grasa.
Todas estas ventajas hacen que la dieta inversa sea una dieta especialmente recomendada para:
- Personas que llevan mucho tiempo llevando una dieta restrictiva.
- Personas que no logran perder grasa pese su bajo consumo calórico.
- Mujeres con problemas hormonales debido a la reiterada falta de alimento.
- Atletas que han terminado la competición.
Consejos para realizar la dieta inversa
Si se desea realizar correctamente una dieta inversa debemos tener en cuenta los siguientes consejos:
- Hay que controlar la leptina. La leptina es una hormona cuyos niveles en el organismo caen cuando durante mucho tiempo se ha mantenido una dieta restrictiva. La caída de los niveles de leptina hacen que el cuerpo no experimente la sensación de hambre y, por tanto, que se ralentice el metabolismo. Muchos nutricionistas aconsejan, de tanto en tanto, aumentar puntualmente el consumo de carbohidratos. Eso permitirá aumentar los niveles de leptina. Aumentando dichos niveles dificultaremos que pueda producirse el temido efecto rebote.
- Basar la dieta en alimentos que aporten proteína y fibra. Una y otra ayudarán a disminuir la sensación de hambre, causante máxima de que muchas dietas fracasen. Es difícil luchar contra el hambre y difícil no rechazar una dieta que nos obligue a convivir continuamente con la sensación de hambre. Carnes, vegetales o fruta entera pueden servirnos para aportar los citados nutrientes.
- Reducir el consumo de alimentos procesados y de cereales refinados.
- Comer menos veces al día.
Todo esto, ¿cómo se traduce en números? De la siguiente manera:
- Subiendo el consumo de carbohidratos entre 30 y 50 gramos por semana.
- Aumentando entre 5 y 10 gramos por semana el consumo de grasa.
Esto, llevado a término de una manera progresiva, disciplinadamente, con esfuerzo y perseverancia, debería dar los resultados esperados.