Seguramente lo has oído en más de una ocasión: la vitamina C es imprescindible para nuestro organismo. No podemos vivir sin vitamina C, ácido ascórbido o ácido hexurónico pero, al mismo tiempo, no podemos sintetizarla. Sí lo hacen los animales mamíferos y las plantas, pero no los seres humanos, que deben incorporarla en su dieta para así poder disponer de ella.
Tradicionalmente hemos asociado la vitamina C con los cítricos, pero los cítricos, pese a poseer vitamina C, no son los alimentos que más cantidad de antiescorbútica (también así se ha llamado a la vitamina C) poseen entre sus nutrientes. Si queremos ingerir frutos con alta cantidad de vitamina C deberemos ingerir frutas ácidas como pueden ser las fresas, la grosella, el mango o el kiwi.
Junto a estas frutas, también son muy ricas en vitamina C la acerola, la papaya, la guayaba, el brócoli, la coliflor, el repollo, las espinacas, las coles de Bruselas, las verduras de hoja verde y el perejil. Para ingerir las mayores cantidades de vitamina C es conveniente ingerir estas frutas y verduras en crudo. ¿Por qué? Porque cuanto más aumenta la temperatura de cocción o el tiempo de la misma más se degrada la vitamina C.
Otro de los productos ricos en ácido ascórbico son los zumos procesados. El ácido ascórbico es incluido en los zumos procesados para evitar su oxidación y se indican en su etiqueta como E300.
Efectos beneficiosos de la vitamina C
¿Qué efectos positivos posee la vitamina C para el organismo?
En primer lugar, la vitamina C actúa como un importante antioxidante, lo que la convierte en una aliada excepcional a la hora de actuar contra los radicales libres. Los radicales libres son una especie de moléculas que destacan por su inestabilidad y por su capacidad de actuar contra las células sanas. La mejor manera de combatir contra los radicales libres (cuya producción aumenta en personas que están expuestas a la contaminación o a la radiación solar o que demuestran un alto nivel de tabaquismo) es ingerir vitamina C.
La vitamina C ayuda también en la coagulación y cumple una función capital en la formación de huesos y dientes.
La vitamina C es fundamental, también, para gozar de una buena salud de las encías. La falta de vitamina C puede, a la larga, producir escorbuto, una enfermedad debida a la carencia de esta vitamina y que se caracteriza por el empobrecimiento de la sangre y la aparición de manchas lívidas y ulceraciones en las encías, así como en la hemorragia de las mismas.
El escorbuto fue una enfermedad habitual entre los marineros que, en los siglos XV y XVI, pasaban largas temporadas en el mar sin tocar tierra firme. Sus largas travesías les obligaban en muchos casos a alimentarse de alimentos en salazón y a seguir dietas alimentarias en las que las frutas y verduras brillaban por su ausencia. Fue James Lind, médico de la marina inglesa, quien asoció el escorbuto (una enfermedad que, sin tratamiento, era una enfermedad mortal) al déficit de vitamina C. La incorporación de naranjas y limones a las expediciones marítimas sirvió para evitar y, en algunos casos, curar esta dolencia que tantas bajas causaba a las compañías navieras y a todos los que, de un modo u otro, se ganasen la vida en alta mar.
La vitamina C sirve para regular el sistema inmunológico innato, el nivel de neurotransmisores y para facilitar la absorción intestinal del hierro y los procesos de cicatrización de todo tipo de heridas, quemaduras y lesiones cutáneas.
La vitamina C, al contrario de lo que acostumbra a creerse, no sirve, al parecer, para evitar resfriados. Sí sirve, según se desprende de algunos estudios, para aliviar los síntomas de los mismos y acortar su duración. Al propiciar el movimiento de los cilios de las células de las mucosas, la vitamina C ayuda a eliminar las secreciones respiratorias. Para ello es necesario consumir de manera prolongada y moderada las dosis necesarias de vitamina C.
Cantidad necesaria de vitamina C
¿Qué cantidad de vitamina C debe ingerir una persona? No todos los nutricionistas se ponen de acuerdo a la hora de dar respuesta a esta pregunta. Hay quien habla de entre 60 y 95 mg/día. Otros hablan de entre 75 y 90mg/día. La Organización Mundial de la Salud (OMS) habla de una dosis de 45 mg/día. En cualquier caso, la cantidad de mg/día de vitamina C que debe tomar una persona varía dependiendo del estilo de vida de dicha persona. Una persona fumadora debería, en principio, ingerir mayor cantidad de vitamina C que una persona que no lo haga.
La fórmula más sencilla para incorporar a nuestra dieta la cantidad de vitamina C necesaria es seguir lo que recomiendan todos los dietistas defensores de la llamada dieta Mediterránea. Según estos dietistas, basta con consumir cinco raciones de frutas y verduras diarias para conseguirlo.
Las personas que, por unas cuestiones o por otras, no ingieran de manera natural las frutas y verduras necesarias para incorporar a nuestro organismo las dosis de vitamina C necesarias, pueden optar por la ingesta de suplementos de vitamina C. Los fumadores, las mujeres embarazadas o las personas alérgicas pueden recurrir a esos suplementos de vitamina C para aliviar la carencia de dicha vitamina en su alimentación.
Algo que hay que tener siempre presente es que, como suele suceder con todo tipo de nutrientes, tan malo para la salud es su déficit como su consumo excesivo. Si se consuma demasiada vitamina C, por ejemplo, se pueden padecer molestias digestivas o, incluso, cálculos renales.