En Mujer de Portada no sólo queremos hablar de sobre belleza, dietas y ejercicios para mujeres sino también tratar temas que tienen cierta controversia y que afectan directamente a las mujeres. No hay intención por parte nuestra de entrar a valorar si está bien o está mal, cada persona genera su propia opinión. En esta ocasión vamos a hablar del concepto «Escort», una palabra de origen inglés que últimamente se ha convertido en un neologismo muy utilizado para la compañía femenina de lujo.
Discreción, elegancia, glamour, erotismo… todos estos conceptos van asociados a la palabra escort, un término que parece derivarse del italiano “scorta” (acompañamiento), que nos ha llegado al castellano desde el inglés y que nos remite directamente a la mujer con la que todo hombre ha soñado alguna vez. Educada y sexy a partes iguales, la escort es esa mujer que brilla en cualquier fiesta o en cualquier evento y que, después, en la intimidad, puede convertir en realidad los sueños más íntimos de cualquier hombre.
Seguramente es por esto último por lo que muchos hombres confunden la figura de la escort con la de la prostituta de lujo. Al hacerlo, sin embargo, esos hombres cometen un gran error. Y es que la escort ofrece mucho más que un más o menos nutrido y exclusivo catálogo de servicios eróticos.
La escort es una acompañante en el más amplio sentido del término. A una cena de negocios, a un evento, a una feria o a un viaje: a todos esos sitios puede acompañar una escort a su cliente. Es por eso por lo que el saber estar y el nivel cultural de una escort se convierten en factores tan importantes a la hora de valorarla como lo pueden ser su belleza, sus proporciones corporales o su atractivo físico.
La escort es la representación carnal de la mujer idealizada por el hombre, la geisha del siglo XXI, la sacerdotisa de la sensualidad y el gozo, la señorita con educación, simpática, afable y con don de gentes que, aparte de hablar varios idiomas y tener una conversación amena y fluida, es guapa, sensual, atractiva, y, llegado el momento de la intimidad, dominar a la perfección las técnicas del masaje erótico, así como las de los más exquisitos y placenteros servicios eróticos que un hombre puede desear gozar.
La escort puede prestar sus servicios de forma independiente o hacerlo por mediación de una agencia. En un apartamento propio o en el de la agencia, en el domicilio del cliente o en una habitación de hotel, la escort convierte el espacio en el que presta sus servicios en una especie de paraíso, actuando en todo momento como la amante implicada y proactiva que hace de la satisfacción de los deseos de su cliente y de la conversión en realidad de sus fantasías más privadas su objetivo principal.
Disfrutar de los servicios exclusivos de una escort es, para un caballero que sepa valorar los placeres de la vida, sumergirse en un universo en el que nada, salvo el placer, importa. Es ahí, en ese universo creado por la escort para su cliente, donde todos los problemas se olvidan y donde el tiempo tiene la capacidad de detenerse, quedando en suspenso. Es ahí, en ese tiempo maravilloso de la cita con una escort, donde un hombre descubre hasta qué punto la compañía de una mujer dulce, cariñosa, inteligente, sensual, apasionada y cálida puede justificar la vida.
En España normalmente se pueden encontrar a estas profesionales de la fantasía erótica en las ciudades de mayor importancia a través de webs tan populares como Escorts Madrid o Escorts Barcelona, aunque hace tiempo que hay una tendencia por parte de partidos políticos como PSOE o PP para prohibir este tipo de servicio, todo al contrario que Ciudadanos que opta por una regulación como ya existe en países como Alemania, Holanda y Suiza. Nosotros creemos que la abolición sólo llevará a que las mujeres que optan por este estilo de vida se vean haciéndolo en total clandestinidad ya que no podrán publicarse en los medios digitales como hasta ahora, dando pie a que las mafias se apoderen de un negocio que guste o no, nunca va a dejar de existir. Otra cosa bien diferente es la trata de blancas, donde el Estado debe actuar con contundencia, pero que nada tiene que ver con las mujeres que ejercen libremente la actividad de acompañante de lujo.