Antes de proceder a comprar el vestido de novia, hay que pensar en el momento del año en que se celebrará la boda y en el lugar en que se oficiará la ceremonia. La elección de una ceremonia religiosa impone ciertas normas estilísticas (por ejemplo, en la longitud del vestido) y no es lo mismo una boda en verano que en invierno. Otro aspecto a tener en cuenta es el tipo de evento, la mayor o menor formalidad del mismo, su ajuste o no a las normas tradicionales.
Estudiar el mercado y elegir el tipo de vestido
Teniendo en cuenta los factores anteriores, llega el momento de hacerse una idea de lo que puede encontrarse en el mercado. Para ello puede ser de mucha utilidad hacer un rastreo por internet para conocer los tipos de vestido de novia existentes y los precios que pueden encontrarse. Comprar revistas, mirar colecciones de diseñadores en sus respectivas webs, tomar notas e ideas y buscar qué ofrecen las tiendas de novias de la zona en la que se vive son, también, buenas ideas a tener en cuenta cuando se tiene que escoger un vestido de novia.
De hecho, esa prospección será de mucha utilidad para poner los pies en el suelo y saber a qué nos enfrentamos cuando vamos a decidir qué vestido escoger para nuestra boda. La tentación es la tentación, pero el presupuesto es el presupuesto. Y se llega donde se llega.
Para marcar ese límite y ajustarnos mejor a él, hay que saber que los vestidos con cola siempre serán más caros que los vestidos que no la lleven (se puede cambiar la cola por un velo largo), que los añadidos de adorno (bien de cordón bordado, bien de cualquier otro tipo) encarecerán el precio de la prenda y que los encajes son, pese a su posible belleza, otro de los elementos que hacen que el presupuesto del vestido aumente.
Probarse vestidos de un mismo estilo
Establecido el presupuesto y decidido el tipo de vestido que se desea (son múltiples las siluetas-base que pueden encontrarse en los vestidos de novias y hay que tener en cuenta cuál de esas siluetas-tipo se adapta mejor al cuerpo de la novia), es aconsejable probarse cuantos más vestidos mejor y hacerlo, siempre que sea posible, dentro del estilo que ya se haya decidido que queda mejor.
Si se amplía demasiado la gama de estilos, es probable que se empiecen a sufrir demasiadas dudas. Y, muy importante: para no sufrir decepciones es importante probarse sólo vestidos que se ajusten a nuestro presupuesto. Probarse vestidos de un coste mayor que el que podemos permitirnos puede hacer que nos enamoremos de un imposible y, después, no encontremos vestido que nos guste dentro de nuestras posibilidades económicas.
Por eso (y porque toda modificación requiere su tiempo) la probatura de vestidos de novia hay que hacerla con tiempo y con calma. Con la asesoría y el consejo de un reducido círculo de personas cercanas (muchas personas asesorando sólo puede servir para aumentar la confusión y crear más dudas) y con la de un vendedor o vendedora de confianza y prestigio. Hay que buscar el vestido de novia que se ajuste a las necesidades estilísticas y económicas de la novia. Y eso, no nos engañemos, no siempre es sencillo. Por eso es bueno empezar a hacerlo más de medio año antes de la fecha de la boda. Un plazo de ocho meses de antelación sería, en principio, un buen período de tiempo para empezar a buscar y probarse vestidos.
La comodidad del vestido de novia
Tampoco es sencillo encontrar un vestido de novia con el que sentirse cómoda. Y sentirse cómoda es fundamental en un día en el que hay que bailar, agacharse a besar a los niños, saludar a los invitados, moverse entre las mesas, etc. Por eso habría que establecer la comodidad como una de las prioridades a la hora de elegir un vestido de novia.
Para acertar en esa comodidad hay que olvidarse del tallaje habitual de la ropa que compramos para la ropa de diario. En los vestidos de novia el tallaje normal puede no servir. Es más: la práctica totalidad de los vestidos de novia necesitan, en mayor o menor grado, modificaciones. Y siempre es más sencillo (y, por tanto, más barato) cortar que añadir. Por eso, a veces, es preferible pedir una talla un poco más holgada que una ajustada en exceso. Ese ajuste excesivo puede dar algún problema llegado el día de la boda y jugar en contra de la comodidad.
Para que la comodidad sea completa, siempre es preferible comprar un vestido con una calidad de materiales y de elaboración contrastadas. Que nada de él pueda descoserse cuando menos se espere. Que nada se descuelgue. Que el temor a que alguna de esas cosas pueda suceder no haga que la novia no pueda disfrutar del día de su boda por estar preocupada en exceso por la integridad de su vestido.