Nos hemos embarcado en la tarea de mejorar nuestra salud. Queremos luchar contra la diabetes, contra la hipertensión y contra cualquier tipo de enfermedad cardíaca que pueda derivarse de una alimentación desequilibrada. Por eso nos esforzamos en buscar una alimentación nutricionalmente equilibrada y, para ello, buscamos toda la información a nuestro alcance para, en base a ella, planificar nuestros hábitos alimenticios.
Pero la información que recibimos no siempre se fundamenta en principios científicos. Los mitos enraízan en la información sobre nutrición y, así, se acaban interiorizando conceptos erróneos sobre cómo debemos alimentarnos y qué alimentos debemos rechazar. A veces una investigación científica sirve para desmontar el andamiaje sobre el que se sustentan dichos mitos y, así, descubrimos que lo que hasta ayer se consideraba sano nutricionalmente hablando no lo era tanto. Y viceversa. Muchos alimentos proscritos por los dietistas durante muchos años han pasado, de golpe, a convertirse en alimentos defendidos por ellos y alimentos que figuraban en el top ten de los alimentos saludables pasan, de golpe y porrazo, a engrosar la lista de los alimentos que, vade retro, hay que evitar tanto como se pueda.
Vamos a dedicar este post a señalar a algunos de estos alimentos que, considerados como sanos, en verdad, no lo son tanto.
Más grasas y menos azúcares
Por ejemplo: los recientes estudios demuestran que las grasas saturadas no afectan tanto al corazón como se ha dicho durante años. Por el contrario, sí lo hace el consumo excesivo de carbohidratos o de las llamadas grasas trans, es decir, aquéllas que están presentes en las margarinas, las mantecas vegetales o la bollería.
Estos estudios, pues, señalan que quizás no sea bueno el reducir el consumo de grasas porque sí y que hay que saber distinguir qué tipo de grasas son prescindibles y qué grasas no. Y es que, ya lo hemos explicado en algún post anterior, existen grasas “buenas”, grasas que son fuente de energía y que sirven, además, para activar el mecanismo metabólico que nos permite el utilizar esa energía para que nuestro cuerpo pueda cumplir el trabajo que se le requiere.
Así, según los últimos estudios sobre nutrición, nuestra alimentación debería incorporar la ingesta de dichas grasas saludables al tiempo que debería reducir la de carbohidratos (pan, patatas, maíz, pastas…). Algo, sin duda, muy diferente a todo lo que se venía diciendo hasta ahora.
Ahora bien, ¿dónde se pueden encontrar esas grasas? En el coco, por ejemplo. O en las aceitunas, las avellanas, las nueces, las almendras o la mantequilla orgánica.
Estos estudios señalan cómo el consumo de carbohidratos provoca mayores niveles de glucemia en sangre y cómo ese mayor índice de glucemia en sangre se acaba convirtiendo en diabetes, hipertensión, obesidad… Combinado con nuestra vida habitualmente sedentaria, este consumo excesivo de carbohidratos hace que el azúcar en sangre se acabe convirtiendo en grasa.
Ojo con la fruta
Por eso (y éste es otro mito alimenticio que se rompe) hay que tener cuidado con el consumo de fruta. Estamos tan habituados a escuchar que la fruta es buena que no reparamos en que la fruta realiza un importante aporte de azúcar a nuestro organismo, por lo que resulta imprescindible el adaptar el consumo de fruta a nuestros hábitos de ejercicio físico y a nuestro gasto energético.
Otro de los hábitos más arraigados en nuestra alimentación (el de comer la fruta al concluir la comida) ha sido desaconsejado también por los últimos estudios alimenticios. Es preferible, según se desprende de ellos, el consumir la fruta entre comidas o a primera hora del día.
Para completar la dieta propuesta (abundante “grasa buena” fruta con moderación y pocos azúcares y carbohidratos) habría que ingerir jugos de vegetales frescos orgánicos, huevos, proteínas de pescados y animales criados de forma natural y todo tipo de hortalizas y verduras.
Mitos alimentarios que se derrumban
Además, habría que acabar también, según señalan algunos de estos nuevos nutricionistas, con los siguientes mitos alimenticios:
- Los refrescos light no son tan saludables como suele indicarse en la publicidad que las promociona. Hay estudios que relaciona el consumo de las bebidas light con el incremento de la posibilidad de padecer diabetes y/o hipertensión. Así, las bebidas edulcoradas (las bebidas light son, en el fondo, eso: bebidas gaseosas edulcoradas) no son la mejor alternativa a las bebidas gaseosas azucaradas.
- Los zumos envasados o naturales tampoco son todo lo saludables que se suele decir. Éstos podrían constar, pues, en este breve listado de mitos alimenticios que es necesario derribar. Este tipo de bebidas contienen muchos azúcares y, como hemos visto, el azúcar es uno de los grandes responsables no sólo de la diabetes, sino también de la hipertensión.
- Los chips de verdura también gozan de una injusta fama de alimentos saludables. Que sean de verdura no quiere decir que sean sanos. Al fin y al cabo son una fritura. Y la fritura, además de incorporar al alimento grasas y sal, hace disminuir los beneficios de la materia prima (la verdura).
- Las barritas de cereales forman parte también de esos mitos alimenticios de los que venimos hablando en este post. Muchas personas las consideran un alimento propio de entre horas, una manera de matar el hambre sin ingerir demasiadas calorías. Craso error. Las barritas de cereales tienen una alta intensidad energética. ¿El motivo? En su elaboración se incorporan muchos azúcares libres.
Esperemos que el derrumbamiento de todos estos mitos alimenticios sirva para que puedas diseñarte una dieta más saludable.