Seguramente has oído hablar de la Clínica Mayo y de su famosa dieta. En este espacio de Mujer de Portada dedicado a las dietas de adelgazamiento debíamos un artículo a la llamada dieta de la Clínica Mayo o Mayo Clinic y éste el momento, con el verano llamando a la puerta y la “operación bikini” en marcha, para centrar nuestra mirada en ella y explicar en qué consiste.

La Clínica Mayo es una compañía de hospitales privados y figura entre las compañías de este tipo más prestigiosas del mundo. Ubicada en la ciudad estadounidense de Rochester, en el estado de Minnesota y con una potente labor de investigación a sus espaldas, los nutricionistas de la Clínica Mayo diseñaron hace ya unos años una dieta llamada a cumplir dos objetivos. El primero de ellos, hacer perder peso. El segundo, aportar todos los nutrientes que una persona necesita para mantener, a lo largo del tiempo, una alimentación saludable.

Cuando se habla de la dieta de la Clínica Mayo hay hacer mención a algo que sucedió en los años ochenta y que, en gran medida, no sirvió para dar un buen nombre a esta dieta. En esos años, se hablaba de la dieta de la Clínica Mayo como de una dieta con la que resultaba extremadamente fácil perder peso. Para ello no había que comer grasas, se prohibían los carbohidratos y el azúcar y se recomendaba ingerir verduras y proteínas. Así, la dieta debía basarse en una ingesta diaria de un máximo de 1.000 calorías al día. No hace falta decir que esta dieta tenía muy poco de saludable y provocaba un marcado efecto rebote.

La Clínica Mayo intentó defenderse de todos los detractores de la tan popular dieta y de todos aquellos nutricionistas que la acusaron de irresponsabilidad de publicitar una dieta de ese tipo. La Clínica Mayo sostuvo por activa y por pasiva que aquella dieta a la que se llamaba dieta de la Clínica Mayo no había sido diseñada por equipo alguno de entre los prestigiosos profesionales de su plantilla. Para contrarrestar los daños que la falsa dieta de la Clínica Mayo pudiera causar al prestigio de la institución y alertados por cómo, cada vez más, la obesidad iba afectando a más amplias capas de la sociedad estadounidense, el equipo de nutricionistas de la misma diseñó una auténtica y saludable dieta de la Clínica Mayo.

Al proponer su dieta, la Clínica Mayo lo que pretendía era que la persona no sólo perdiera los kilos de más. También pretendía que esa misma persona adquiera el hábito de seguir una dieta que, completa y segura, le sirviese para mantenerse en el peso perdido sin perder más de lo necesario y sin ganar a causa de experimentar el tan odiado y tan presente en otras dietas “efecto rebote”.

Los dietistas autores de la auténtica dieta de la Clínica Mayo, lejos de proponer una dieta exprés, proponen una modificación de la conducta y de cambios de hábitos. Saber qué alimentos son beneficiosos para nuestra salud y cuáles resultan perjudiciales y, por tanto, deberían desempeñar un rol ínfimo en nuestra dieta o quedar completamente erradicados de ella es fundamental para poder perder peso sin poner en riesgo nuestra salud.

Fases de la dieta

La dieta de la Clínica Mayo se fundamenta en el seguimiento de dos fases bien diferenciadas. La primera recibe el nombre de Lose It (piérdetelo). La segunda, de Live It (vívelo). Veamos en qué consiste cada una de estas fases.

La fase Lose It de la dieta de la Clínica Mayo, que dura dos semanas y que permite perder entre 2,7 y 4,5 kilos, se fundamenta en lo que se conoce como las reglas de 5. Según dichas reglas, para perder peso de una manera razonable se deben incorporar 5 hábitos, perder 5 hábitos y adoptar 5 hábitos extras. Veamos qué hábitos deben incorporarse y qué hábitos deben perderse y cuáles deben adoptarse.

Entre los hábitos que una seguidora de la dieta de la Clínica Mayo debería incorporar a su rutina figuran: tomar desayuno, consumir frutas y verduras, ingerir cereales integrales, comer grasas saludables y moverse. Por su parte, los hábitos que se deberían perder para rebajar nuestro peso y, al mismo tiempo, llevar una dieta saludable, serían: no ver la televisión mientras se come, no consumir azúcar, no comer snacks procesados (galletas, patatas fritas, helados, chocolates, etc.), moderar el consumo de grasas y carnes y procurar comer en casa para que, de ese modo, la comida se ajuste mejor a las normas de la dieta. Finalmente, entre los hábitos que hay que adoptar y mantener figuran: llevar un registro de lo que se come, llevar un registro de la actividad física (porque es recomendable realizar ejercicio físico de forma regular), moverse más, ingerir comida fresca y cocinada por uno mismo y escribir y revisar diariamente los objetivos que nos hemos marcado a la hora de optar por el mantenimiento de dicha dieta.

La segunda fase de la dieta de la Clínica Mayo se centra en enseñar a la persona que realiza la dieta a elegir los alimentos adecuados, el tamaño de las porciones, la planificación de los menús, la actividad física y la adopción de hábitos saludables. Durante esta fase, la persona puede perder entre 0,5 y 1 kg a la semana hasta alcanzar el peso deseado.

La dieta de la Clínica Mayo fomenta la ingesta de una serie de alimentos y prohíbe la de otros. Entre los alimentos prohibidos podemos destacar el alcohol, los productos lácteos, las pastas, el azúcar, los hidratos de carbono, el pan y algunas verduras. Por el contrario, recomienda y defiende la ingesta de huevos, carne, pescado, legumbres, frutos secos, productos integrales y determinadas verduras. No comer alimentos entre comidas y beber mucha agua, así como té o café, son otras de las recomendaciones de la dieta de la Clínica Mayo.

A la hora de realizar la dieta de la clínica Mayo hay que tener en cuenta que, como en todas aquellas dietas en las que la ingesta de proteínas es superior a lo habitual, puede provocarse una cierta sobrecarga renal. Del mismo modo, las personas que padezcan diabetes deben tener presente que, a la hora de comer frutas y verduras, es preferible comer las segundas para, de ese modo, regular mejor la presencia de azúcar en la sangre.