Listas de Boda

Si preguntas a cualquiera que ha pasado por la experiencia de casarse y organizar una boda cuál fue uno de los momentos más complejos y difíciles a la hora de organizarla te dirá, muy seguramente, que uno de los peores momentos vividos en ese proceso fue, sin duda, la elaboración de la lista de invitados. Angustia, discusiones, sentimientos de culpa, indecisiones, por qué éste sí y aquél no… Todos esos elementos, y algunos más, intervienen, en mayor o menor medida, en ese proceso.

Para que dicho proceso no acabe en una batalla campal, lo más importante es mantener la mente fría y saber lo que se quiere. El tamaño de la lista, en definitiva, deberá ajustarse a nuestro presupuesto y al concepto mismo de la ceremonia.

Ajustar el presupuesto

En el concepto de la ceremonia y en cómo será ésta influyen factores de muchos tipos. No sólo el carácter de los novios (o de su familia) determinará la longitud de la lista. También la identidad religiosa y cultural (incluso étnica) tiene mucho que decir al respecto. Una boda en un pueblo es una cosa. En una ciudad, otra. El número de invitados también dependerá de eso.

Lista de invitados

En cualquier caso, lo que no hay que olvidar es que dicho número será finalmente, más que ninguna otra cosa, lo que determina mayormente el coste de una boda. Cortar algunas cabezas, en el buen sentido del término, es el método más eficaz para ajustar el presupuesto.

Para llegar a tener una idea exacta del número de personas a las que nos podemos permitir invitar hay que realizar un desglose de costes. Por un lado deben figurar los costes fijos, es decir, aquéllos que no cambian con el número de invitados. No varían el alquiler del local, ni el precio de la música, ni el importe del reportaje fotográfico o de vídeo. Sí varían (y éstos deben consignarse aparte) los de la comida, la bebida, las flores, las invitaciones y el pastel. Restar los costes fijos del presupuesto total y dividir la suma resultante por el coste por cabeza dará la cifra exacta de las personas a las que podemos invitar. A ese número deberemos ajustarnos. La confrontación de ese números con nuestras necesidades de invitación nos obligará o bien a re-evaluar el presupuesto, haciéndolo más amplio, o bien a recortar la lista.

¿Cómo escoger los invitados a una boda?

Para realizar la lista de convidados a una boda, hay que elaborar tres columnas. En una se registrarán las personas cuya presencia en la celebración resulta absolutamente esencial. En una segunda lista se anotarán las que son “casi” absolutamente esenciales. En la tercera, las que estaría bien que estuvieran.

Invitados a una boda

Ahora bien, ¿qué personas deben estar en cada una de las listas?

En la lista de personas de obligada presencia deben constar, sin duda, los familiares más directos: padres, hermanos, abuelos, tíos… También, lógicamente, todas aquellas parejas a cuyas bodas hayáis asistido vosotros previamente. Queda muy feo haber sido invitados y no invitar cuando se tiene la oportunidad. De bien nacidos es ser agradecidos, como suele decirse.

Una cosa que hay que tener muy claro a la hora de hacer la lista de invitados a una ceremonia nupcial es que no hay que confundir las relaciones laborales con las relaciones de amistad. Si la relación con los compañeros de trabajo no se prolonga de manera íntima más allá de los muros de la empresa, con una copa invitada en el centro laboral es suficiente para celebrar la boda. El protocolo más estricto obliga a invitar al jefe directo, pero los protocolos, de tanto en tanto, están para romperlos. Después de todo, es más que probable que a tu jefe no le apetezca para nada acudir a tu boda.

Lista de convidados

La elaboración de la lista de invitados acostumbra a plantear alguna discusión con los padres. Que para nuestros progenitores no sea imprescindible la presencia de nuestro amigo de borracheras y noches de juerga no impide que defiendan hasta la muerte la presencia de alguien a quien nosotros ni tan siquiera conocemos y a quien seguiremos sin conocer cuando venga, sobre en mano, a estrechar la nuestra en la mesa presidencial. Este tira y afloja de nombres con los padres exige tacto, tolerancia y unas buenas dosis de paciencia. Hay que comprender y hacer comprender, no perder los papeles y exponer argumentos: realizar lo que, en una palabra, es una negociación. Eso sí: dejando bien claro en todo momento que la boda es una cosa nuestra y no suya. Esto será más complicado, lógicamente, cuando sean los padres quienes costeen los gastos de la boda.

Uno de los factores que determinará el número total de invitados será, qué duda cabe, la capacidad del lugar en el que va a celebrarse el festejo nupcial. Esa cifra puede ser muy conveniente a la hora de negociar listados. Como argumento, la capacidad del local es bastante convincente. Si en el salón caben 150 personas, no podemos invitar a 200.

Una vez elaborada la lista, hay que realizar una rutinaria y periódica tarea de revisión. Revisar la lista de invitados periódicamente nos permite comprobar que, en un descuido, no hayamos dejado a nadie de imprescindible invitación fuera. Hay amistades que se han roto por un olvido estúpido.

Correctamente revisada la lista, hay que proceder a enviar las invitaciones de boda. Éstas no pueden enviarse por partes. Las invitaciones deben enviarse todas al mismo tiempo. Que ningún invitado reciba su invitación mucho tiempo antes o después que otro. Un buen plazo de tiempo para enviarlas es un par de meses o tres antes del enlace. Ése es un tiempo prudencialmente correcto para que los invitados puedan comprobar su agenda, programar en su presupuesto el gasto de vuestro regalo y, por supuesto, confirmar su asistencia.