Obtener el máximo beneficio de los alimentos que se ingieran y, al mismo tiempo, saciar las necesidades físicas y psicológicas de la persona: ése es el objetivo principal del mindful eating.

El mindful eating o “alimentación consciente” no es tanto una dieta como una tendencia o, dicho de otro modo, una forma de entender la alimentación. ¿En qué consiste, básicamente, esta forma de entender la alimentación? Básicamente, en comer lentamente y con conciencia.

Practicar especial atención a todo aquello que hacemos es el primer mandamiento del mindful eating. Esa atención debe hacerse especialmente intensa cuando se come. En la actualidad, estamos acostumbrados a comer rodeados de un sinfín de estímulos. La radio o la televisión, los ruidos de la ciudad o del trabajo, el estrés diario, el rumor de nuestros pensamientos… todos estos factores inciden muy negativamente en los beneficios que podemos obtener de los alimentos que ingerimos. Todos estos estímulos llegan a saturarnos. De hecho, hasta llegan a saturarnos las recetas de muchas de las comidas que ingerimos. Demasiada saturación de olores, sabores y colores juegan a favor del saciar nuestras emociones pero en contra del aprovechamiento íntegro de los alimentos ingeridos.

Plantearse la comida como un lugar en el que desahogar las emociones es negativo para la salud. La comida debe servir para nutrirnos adecuadamente no para canalizar nuestro estrés ni nuestra ansia. Por eso es fundamental aplicar los principios del mindful eating para alimentarnos. ¿Cómo hacerlo? Siguiendo los siguientes consejos:

  • Bebe un vaso de agua antes de comer. Un simple vaso de agua bebido antes de comer puede ayudar a calmar el ansia y, al mismo tiempo, a perder peso. Eso es lo que se desprende de un estudio realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Birmingham. Según dicho estudio, tendemos a confundir el hambre con la sed. Por ese motivo el vaso de agua servirá para aliviar esa sensación de hambre y, por lo tanto, nos hará comer menos (y con menos ansias) cuando tengamos el plato sobre la mesa. El vaso de agua antes de las comidas no sólo regula nuestra hambre emocional, también facilita nuestras digestiones.
  • Procura comer en un lugar silencioso y tranquilo. Como hemos dicho anteriormente, hay que evitar que demasiados estímulos mientras comemos desvíen nuestra atención del hecho de comer. Sin saborear adecuadamente los alimentos, sin prestar atención a las verduras, las carnes, el pescado o la fruta que estamos ingiriendo, acabaremos, casi sin darnos cuenta, comiendo en exceso y, por tanto, mal.
  • No te fuerces a acabar los platos si no tienes hambre. No comas por comer y, sobre todo, no comas porque estás enfadado, aburrido, etc. Si tienes dicha necesidad, sal a hacer deporte, a pasear o, si no deseas salir de casa, date una ducha. Lo importante es comer solamente cuando se esté relajada y centrada en el acto de comer.
  • El mindful eating implica el comer de todo. No hay que prohibirse nada, pero tampoco hay que cometer excesos.
  • Come lentamente, sin prisas. Comiendo despacio tendrás digestiones más ligeras. Al mismo tiempo, al comer con calma conseguirás una cosa: que sea el estómago (y no la mente) quien te diga que está saciado. Una buena manera de comer sin prisas es dejando los cubiertos sobre la mesa entre bocado y bocado. Este ritual te prepara mentalmente para comer lentamente, sin ansiedad y con calma.
  • Combinar esta manera de comer con la práctica diaria de algún tipo de ejercicio físico (caminar, correr, bailar, pasear en bici, etc.) es otro de los mandamientos principales del mindful eating.
  • Realiza algún tipo de ejercicio de meditación. El mindful eating, después de todo, no es sino una rama del mindfulness, es decir, de una filosofía de vida que, teniendo puntos de contacto con las filosofías orientales y su forma de entender la vida, es completamente aconfesional (no tiene nada que ver con religión alguna) y quiere poseer un enfoque científico.

El ejercicio de la meditación al aplicar los principios del mindful eating nos permitirá aliviar nuestro estrés y alejará la posibilidad de que suframos ataques de hambre emocional que nos haga desequilibrar nuestra alimentación.