Anaeróbico significa simplemente “sin oxígeno”. Así, todo ejercicio anaeróbico consiste en ejercicios intermitentes de alta intensidad, bien sean de pesas, bien de ejercicios pliométricos, que combinen adecuadamente factores como la explosividad del movimiento, la velocidad, la agilidad y los intervalos de descanso.

El ejercicio anaeróbico es frecuente en deportistas y atletas. Para la mayor parte de los deportes competitivos suele requerirse un movimiento rápido, potente y breve en algún momento. Las gimnastas, las velocistas, las lanzadoras… Todas éstas son deportistas que basan su práctica deportiva en los ejercicios de carácter anaeróbico. Las jugadoras de deportes de equipo como pueden ser el fútbol, el hockey o el baloncesto realizan, en la práctica habitual de su deporte, esfuerzos de alta intensidad. Incluso una corredora de fondo los realiza cuando, en un sprint, debe pasar del modo aeróbico (el que ha utilizado durante toda la carrera) al anaeróbico.

Atendiendo a esto, es fácilmente comprensible que todas las atletas deban capacitar su sistema anaeróbico. Eso sí: cada uno lo hará de acuerdo con los requisitos necesarios para su deporte.

Pero la práctica del ejercicio anaeróbico no está limitada solamente a las atletas y a otras deportistas de élite. El ejercicio anaeróbico puede resultar muy beneficioso para todas aquellas personas que, o bien quieran adquirir una buena forma física para mejorar su estado de salud, o bien deseen perder peso.

En este artículo de Mujer de Portada vamos a analizar brevemente cómo funciona el sistema anaeróbico, es decir, cuál es su fisiología; y vamos a ver cuáles son los beneficios que para el organismo tiene el ejercicio anaeróbico.

Fisiología del ejercicio anaeróbico

Al hablar de la fisiología del ejercicio anaeróbico lo estamos haciendo de los sistemas de energía que se activan en este tipo de ejercicio y de los diferentes niveles de adaptación que el cuerpo experimenta a consecuencia de ello.

Durante el ejercicio anaeróbico, se activan dos sistemas energéticos: el primero de ellos es el sistema anaeróbico aláctico; el segundo, el sistema anaeróbico láctico. El primero dura unos 10 segundos. El segundo, por su parte, puede alcanzar hasta los dos minutos de duración.

El sistema anaeróbico aláctico, llamado también sistema del fosfágeno, no tiene dependencia del oxígeno para poder activarse. En lugar de en el oxígeno, el sistema energético del fosfágeno se fundamenta en el fosfato de creatina, fosfocreatina o PC, que es un compuesto de alta energía almacenado en los músculos y que sirve para resintetizar el trifosfato de adenosina (ATP), que es el gran generador de energía.

Este sistema energético permite generar el máximo de energía durante un corto período de tiempo. El sistema se agota rápidamente (se calcula que en unos diez segundos), por lo que se necesitan períodos de descanso de recuperación total de entre 5 y 7 minutos entre series de esfuerzo para conseguir que se regeneren las reservas necesarias de PC para realizar otro esfuerzo.
Los saltos, los lanzamientos y algunas pruebas de velocidad se realizan gracias a este sistema energético.

Que a los diez segundos aproximadamente se agoten las reservas de fosfocreatina (PC) para resintetizar ATP no quiere decir, en modo alguno, que se detengan los mecanismos de obtención de energía para poder realizar dicha tarea, tan fundamental. De hecho, el cuerpo siempre debe tener ATP. Si no la tuviera, dejaría de vivir. Así que, cuando el ejercicio físico hace que se agoten las reservas de fosfocreatina, se activa otro mecanismo de producción de energía. Hablar de ese mecanismo supone hablar del sistema anaeróbico láctico. En este mecanismo del que estamos hablando, y que recibe el nombre de glucólisis anaeróbica, la glucosa se metaboliza sin necesidad de que concurra el oxígeno. De dicha metabolización surge la energía encargada de resintetizar el trifosfato de adenosina.

En este sistema de producción de energía, que produce ATP a una velocidad menor y que, por tanto, no permite ejercicios de tanta intensidad, se produce ácido láctico o lactato. La acumulación excesiva de ácido láctico hace que se bloquee o disminuya el rendimiento muscular. Esto tiene un efecto directo e inmediato sobre el nivel de intensidad que la deportista puede mantener en su ejercicio. Ese nivel de intensidad disminuye y la deportista, en algunos casos, nota cómo sus músculos se agarrotan o se sienten doloridos.

Beneficios del ejercicio anaeróbico

Una vez conocida la fisiología del ejercicio anaeróbico y teniendo en cuenta que todo buen entrenamiento fitness debe combinar ejercicios anaeróbicos y ejercicios aeróbicos, vamos a ver cuáles son los beneficios principales que para el organismo tienen los ejercicios anaeróbicos.

Entre dichos beneficios podemos destacar los siguientes:

  • Fortalece los músculos
  • Desarrolla la masa muscular.
  • Mejora la capacidad para hacer frente y combatir la fatiga.
  • Hace trabajar el corazón y el sistema circulatorio, lo que implica una mejora significativa del estado cardiorrespiratorio.
  • Ayuda a evitar el exceso de grasa.
  • Ayuda a controlar el peso.

Que el ejercicio anaeróbico tenga tantos beneficios como hemos indicado no quiere decir, ni mucho menos, que deba practicarse de cualquier manera y sin atender a las circunstancias particulares de cada cual. Las mujeres embarazadas, por ejemplo, deberían evitarlo. Y cualquier persona debería realizar un reconocimiento médico exhaustivo para saber si está en buen estado de salud para realizar un tipo de ejercicio que, en la mayoría de los casos, destaca por su intensidad y su exigencia. Una vez realizado dicho chequeo de salud y siendo éste óptimo y favorable a la práctica de ejercicios anaeróbicos, deberán éstos combinarse con ejercicios aeróbicos y deberán ir acompañados, imperativamente y para evitar lesiones, con ejercicios, tanto previos como posteriores, de estiramiento y relajación muscular.